Por impulso by Nora Roberts

Por impulso by Nora Roberts

autor:Nora Roberts
La lengua: spa
Format: epub
editor: Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
publicado: 2017-09-12T12:36:34+00:00


Capítulo 6

Atenas no era ni Oriente ni Occidente. Era carne asada y especias, edificios altos y tiendas modernas, callejuelas sin pavimentar y bulliciosos bazares. Había sido escenario de violentas revoluciones. Era antigua, civilizada y apasionada.

Rebecca se enamoró de ella a primera vista.

París la había seducido y Londres le había encantado, pero Atenas le robó el corazón. Quiso verlo todo a la vez, del amanecer al claro de luna, pasando por el tórrido mediodía.

Pasó la primera mañana paseando mientras Stephen estaba inmerso en reuniones de negocios. El hotel que él había elegido era encantador, pero Rebecca se sintió atraída por las calles y la gente. Sin saber por qué, no se sentía una turista. Se sentía como si hubiera vuelto a casa después de un larguísimo viaje. Atenas estaba esperándola, lista para darle de nuevo la bienvenida.

Era increíble. Toda su vida había aceptado los parámetros que le habían sido impuestos desde fuera. Y ahora estaba vagando por la vieja Atenas, con el tintineo de sus kombolói y sus tiendas abiertas a la calle, donde podía comprar reproducciones baratas de monumentos fabricadas en escayola o elegantes antigüedades.

Pasó por delante de tabernas, pero estaba demasiado emocionada para dejarse tentar por el sabroso olor del café y los pasteles. Oyó las notas diáfanas de una flauta y al levantar los ojos vio la Acrópolis.

Solo había un camino para llegar hasta ella. Aunque todavía era temprano, otros turistas subían hacia las ruinas en parejas o en grupos. A pesar del parloteo que se oía a su alrededor, se sentía deliciosamente sola.

Jamás podría explicar lo que se sentía al hallarse al sol de la mañana y mirar algo que había sido construido para los dioses, algo que había sobrevivido a la guerra, al tiempo y la intemperie. Aquel había sido un lugar de culto. Incluso ahora, transcurridos muchos siglos, Rebecca sintió su atracción espiritual. Tal vez la diosa Atenea, con su reluciente casco y su lanza, todavía fuera de visita por allí.

Le había decepcionado que Stephen no pudiera acompañarla aquella primera mañana en Atenas. Ahora se alegraba de estar sola, para poder sentarse, quedarse absorta y dejarse llevar por su imaginación sin tener que explicar sus pensamientos.

¿Cómo iba a volver a su rutinaria vida anterior después de haber visto tantas cosas? Suspirando, deambuló por los templos. Lo que la había cambiado no era el maravillado asombro que sentía allí, ni la emoción que había experimentado en Londres o en París. Era Stephen y todo lo que había sentido, todo lo que había deseado desde que se conocían.

Quizá volviera a Filadelfia, pero jamás volvería a ser la misma. Se había enamorado por completo, y ya nada volvería a ser como antes.

Deseó que fuera sencillo, como suponía que lo era para muchas mujeres. Un hombre atractivo, una atracción física. Pero Stephen, al igual que Atenas, le había robado el corazón. Por imposible que pareciera, había reconocido a aquel hombre como si formara parte de ella, como si existiera para ella.



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